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El poder de la intención en las artes marciales: Más allá de la memoria muscular

La pregunta es simple: ¿Qué utilizamos como motor en los movimientos realizados en las artes marciales? Sin embargo, la respuesta puede no ser tan sencilla de expresar.

Podemos afirmar que, al menos al principio, cuando se trata de aprender algo nuevo, recurrimos a lo que comúnmente se conoce como "memoria muscular" o "memoria corporal", lo cual es indiscutiblemente cierto.


Nuestro cuerpo aprende y recuerda los movimientos, y por esta razón, solo necesitamos un desencadenante para realizar el movimiento en cuestión. No hay nada sofisticado en este mecanismo. Tomemos como ejemplo el acto de caminar. Cuando un bebé da sus primeros pasos, todo su cuerpo está comprometido, pensando en cada acción antes de realizarla. A veces, no puede mantener la verticalidad y se cae, pero vuelve a intentarlo. Luego viene la adolescencia, donde el cuerpo crece caóticamente y es necesario recalibrar las dimensiones, espacios y movilidad. En este proceso también hay fallas, ya que lo que funcionaba para el cuerpo anterior ya no sirve. En la adultez, la situación es diferente: simplemente decidimos caminar del punto A al punto B y lo hacemos sin meditar demasiado y prácticamente sin ninguna concentración específica necesaria.


¿Cuántas veces nos han dicho acerca de una acción que debemos realizar: "...es como andar en bicicleta..."? Esto resalta el hecho de que una vez que se aprende, no se olvida. De hecho, esto es fácilmente comprobable. Si aprendimos a andar en bicicleta de niños y luego dejamos de hacerlo durante varios años, al subirnos a una bicicleta, en pocos minutos recuperamos el completo dominio.


Pero, ¿por qué ocurre esto? ¿Cómo funciona?


Sin adentrarnos en detalles técnicos y científicos, sino más bien desde una perspectiva tradicional y energética, cuando entrenamos una habilidad, además de hacer que el cuerpo recuerde, estamos entrenando la intención del movimiento.

Existe un antiguo dicho del Kung Fu chino que dice: "el chi sigue a la intención", y esto ilustra de alguna forma los ejemplos que mencionamos anteriormente. Volviendo al caso de andar en bicicleta, nos subimos a ella e "intencionamos" una dirección, y sin utilizar la mente racional en ningún momento, el movimiento y el desplazamiento suceden.


Sin embargo, hay un segundo aspecto fundamental en todo esto, y es que para que el chi fluya, necesitamos tener la postura y la estructura correcta. Retomando el ejemplo anterior, si nos colocamos en la bicicleta dándole la espalda al manubrio, difícilmente, por más que tengamos entrenada la intención de hacerlo, podamos movernos hacia adelante.


Lo que quiero decir es que el chi se mueve mediante la intención, pero este circula a través de una postura correcta del cuerpo. Si el cuerpo obstruye este flujo de chi, difícilmente el movimiento sea eficiente.


Por último, un detalle muy importante es que la fuerza muscular se sobrepone a la intención. Supongamos que tenemos un movimiento muy entrenado, y como resultado, nuestra intención dispara el movimiento del chi, pero en el instante en que los músculos se tensan o las articulaciones se comprimen, el flujo se interrumpe. Es por esta razón que a veces vemos practicantes muy fuertes golpear con menos potencia que otros que aparentemente son más débiles.


Por lo tanto, es importante tener en cuenta que cuando entrenamos un movimiento, estamos desarrollando al menos dos aspectos: la intención para dirigir el chi y la estructura correcta para evitar bloqueos en el flujo de energía.

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